Nacimiento de Edward Hyde (Fuera de la Cronología)

por **Dr. Jekyll** Vie Mayo 04, 2012 11:35 pm

Off: Estos hechos sucedieron un año antes del "inicio" del foro.
Pronto dejaré el espacio para respuesta, aunque la intervención debe ser realizada con un personaje a quién Hyde no haya tenido encuentro en el foro, para no desordenar los relacionamientos de las respectivas cronologias.

- Sra. Pole, ¿no quiere traer su plato y cenar aqui en el salón?

La pregunta fue seguida de segundos de silencio gélido, hasta que su carcajada hirió mi alma:

- Pero señor Jekyll, ¡que cosas se le ocurren! ¡Imagínese que me sentara en la misma mesa con usted! ¡Me ha hecho reír tanto! -y, obligado a evitar el ridículo, tuve que forzar mi risa y fingir que había sido un chiste, recuperando todo su lugar. Ella se alejó y quedé sólo contemplando el comedor. Candelabros iluminando la comida abundante, finos cubiertos que están en mi familia desde no sé cuál generación, platos pintados a mano con el escudo familiar, el mantel impecablemente blanco, con bordados delicados en cada centímetro. Pero la mesa es muy larga y grande, con más sillas vacías que si juntara todos los habitantes de esta casa. Por supuesto que incluyendo los criados, que soy el último que queda representado a los Jekyll de Hampshire.

Pero mi invitación no tenía malicia, menos humor, sólo era un pedido de ayuda, un medio de escape a la soledad. Sé que los criados comen en el lugar que les corresponde por su escala social, pero aunque su mesa sea mucho menor y menos adornada, daría todo por estar con ellos allá... Remuevo la cuchara en la sopa, sin el menor apetito, con la resignación de la soledad día tras día.

Ya hace mucho que mis padres murieron, y desgraciadamente no me dejaron un hermano o hermana siquiera. En los años de estudio me alejé de mis primos, preocupado en desarrollarme en la Química; ahora algunos han muerto en batallas, mientras otros olvidan el parentesco que nos une, concentrados en sus propias vidas.

Silencio.

Hasta el fuego de la chimenea está callado, ya que es un absurdo encenderla en pleno verano. Pongo una cucharada de sopa en mi boca, pero el sabor no es captado por mis nervios, sensibles ante el sutil movimiento de la llama de la vela más cercana a mí.

La observo, hipnotizado con su baile sin melodía, viva aunque el fuego no sea un ser vivo. Quiero algo de esa vida, aunque no tenga razonamiento, sólo el impulso y la belleza de existir. La llama baila y me invita a vivir, a dejarlo todo y salir, experimentar, crear...

De pronto recuerdo el seminario que asistí unas semanas atrás, cuando el conferencista hablaba de la calidad cambiante de las células. Elementos químicos enviados por el cerebro coordinan la descarga de adrenalina, la formación de leche en las madres, la liberación del jugo gástrico, el deterioro en los cabellos ante un shock traumático, la regeneración luego de un corte... Si tan sólo se supiera cuál elemento utilizar para obtener un resultado, se podría forzar una célula al cambio sin mediar las necesidades vitales...

Cambiar... Mutar... ¿Será posible?

Me levanto de la mesa emocionado, con la cabeza bulliendo de ideas y me voy corriendo al laboratorio. Mis pulmones se llenan de aire, y, por primera vez en mucho tiempo, ¡siento que estoy vivo!

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