Hyde Park {¿Roleas? - LIBRE}

Acababa de mudarme a Baker Street, la mítica calle del mítico detective Sherlock Holmes. Y además, justo a su lado! Era increíble.

Acababa de conseguir trabajo en el Hospital Mason como enfermera, así podría dar uso a mis habilidades para cuidar enfermos, aunque ya tenía práctica por cuidar a mi recién fallecido padre, pero al menos esta vez me pagarían por ello y así me podría mantener por mi misma. Lo único que me faltaba era disfrutar de mi recién adquirido tiempo libre, para ir a conocer Londres, ya que nunca había tenido tiempo para mi hasta ahora. ¿Mi primera parada? Hyde Park. Me sentaría en algún banco a leer, ya que tenía mucha lectura atrasada... además que adoro los parques, la gente continuando con sus despreocupadas vidas... era fantástico.

Estaba sentada en uno de los bancos del parque, respirando tranquila el aire tan puro que allí había, además de los estupendos paisajes que en ocasiones dibujaba en mi bloc. Pero hoy no, hoy estaba leyendo el periódico, informándome de casos sin resolver, para divertirme un rato.
Si ahora me viera mi querido hermano Ángel le daría un infarto.
Reí ante aquel pensamiento mientras pasaba una página del periódico.
Nada realmente parecía no haber nada interesante así que cerré el periódico y de mi bolso saqué mi cuaderno en donde apuntaba todo lo relacionado con los casos.

Continué caminando hasta que encontré un banco; en él estaba sentada una chica menuda, más joven que yo, de unos 19 años me permitiría añadir. Había salido a pasear y a ser posible conocer a más gente, así que me senté a su lado.

- Buenos días! Hace un día precioso, verdad? - dije, y le mostré una amplia sonrisa mientras me sentaba y cogía el libro que iba a leer hoy.

Alcé mi rostro hacia un lado al oir una cercana voz. Una mujer se había sentado a mi lado, ciertamente era algo más mayor que yo, su edad debería rondar exactamente entre los veintitrés y veintiseis años.
Me saludó.
-Hola señorita, sí, realmente hace un día magnífico hoy a pesar del frío invierno que nos acecha en Londres.-dije con una sonrisa de lado.

- Y que lo diga! No suelo salir mucho, y justo cuando tengo tiempo para hacerlo hacen días de frío... pero por lo menos, luce el sol; ya es una novedad! jeje - reí como suelo hacer para disipar la tensión - Me llamo Anna; Anna Adams. Y usted es...?- Me giré para darle la mano. Espero que me devuelva el saludo, ya que algunos ingleses tienen fama de ser muy serios...

Miré nuevamente a la mujer que me tendía su mano educadamente.
Alcé la mia y le estreché la suya.
-Un auténtico placer Anna Adams, yo soy Bella Blackwood, y sí a pesar del frío luce el sol, una brillante novedad y un buen día para pasear.
Si no es maleducado, ¿usted de qué trabaja? a juzgar por el tacto, usa las manos en su trabajo no de manera ruda si no con guantes que le dejan cierto resto de talco, por lo que me aventuro a decir que trabaja en un hospital ¿cierto?-dije sin dejar de sonreir.

Sonreí, sorprendida por la audacia con la que descubrió mi profesión - Si, trabajo cono enfermera en el Hospital Mason, como lo ha sabido? Seguro que usted también tiene inclinaciones literarias, verdad? Yo soy una apasionada de las novelas detectivescas y de misterio... y por supuesto, admiro profundamente al gran Sherlock Holmes! Que suerte he tenido en poder mudarme justo a su lado... - Seguí sonriendo mientras decía estas palabras; hablar del detective consultor siempre me ponía de buen humor.

-Sí señorita Anna, sin ir más lejos estoy leyendo uno muy interesante sobre crímenes... y sé lo de su profesión por la cierta aspereza reseca de sus manos al tacto y los restos de un polvo que al olerlo es talco fácilmente se reconoce que son unos guantes usados en hospitales o clínicas, de ahí a que averigüe su trabajo, ya que el mio es ser...detective.-dije con una gran sonrisa en los labios.
Acto seguido habló de lo feliz que era en su nuevo vecindario, su casa junto a la de Holmes... tal vez averiguara más cosas de aquel misterioso detective.

-Señorita Anna, ¿de verdad vive al lado del señor Holmes? ¡¡ES INCREÍBLE!!- Dije con un tono de voz emocionado, así es la vida de la investigadora hay que actuar bien.

- Vaya, el mundo es un pañuelo! Últimamente me rodeo de detectives! Es maravilloso!

La cara de Bella se iluminó cuando le hablé de que era vecina de Holmes; lástima que apenas le viese... me encantaría poder hablar de él con alguien que comparte su oficio.

- Y que lo diga! Aún sigo sin creer que por caprichos del destino haya acabado justo al lado de uno de los héroes locales, por así decirlo...

Sonreí. Me caía bien esta chica.
Había oído muchas cosas sobre la posible seriedad de los Londinenses, pero hasta la fecha nadie había sido desagradable conmigo... lástima que haya perdido tanto tiempo encerrada sin salir! si lo hubiera sabido, habría salido a hacer amigos muchísimo antes.

- Y como detective, usted tendrá muchos casos interesantes! Podría contarme alguno?

Le miré sin perder la sonrisa.
-Claro Anna, el último que mi hermana y yo resolvimos fue en una localidad cercana a Londres, la esposa de un hombre banquero de alto cargo con gran riqueza no podía esperar a que el buen hombre muriera... y le disparó en la parte frontal de la cabeza, la bala le perforó el cráneo y se incrustó en la parte norte del cerebro, todo aquello era un baño de sangre.
Fue fácil cogerla ya que un hombre con tanto dinero e importante posición social no iba a suicidarse y menos dejar una nota. La nota era escrita con finos rasgos y caligrafía lo que me hizo sospechar de una mujer.
Su hija de 14 años o su esposa.
Ahora había que buscar pistas. Bueno se encontró en el arma huellas no, pero sí fibra de vidrio.
La esposa como entretenimiento hacía jarrones y para ello se emplean unos gruesos guantes que cuando trabajas con fibra de vidrio es normal que se incrusten.
Encontré los guantes y listo. Llenos de pólvora, fue fácil.

La miré estaba entusiasmada.

-¿Cómo es Holmes?

Hyde Park siempre había sido uno de mis lugares favoritos para pasear, ya que me permitía alejarme tanto de la inmundicia de los barrios obreros como de la superficialidad de mi propia barrio y mi propia familia. Cuando se ponían pesados con eso de que abandonara mi trabajo, fuera más fiestas de la alta sociedad y encontrara una buena chica con la que casarme... no había quien los soportara. El parque, en cambio, me permitía respirar aire puro y pensar en mi caso.
Justo entonces fue cuando vi a dos chicas jóvenes hablando. Reconocí a una, y esbocé una mueca de triunfo. Se trataba de la chica con la que convivía María Adler, la ladrona que perseguía. La oí hablar del gran Sherlock Holmes, la única persona a la que yo respetaba. No conocía a la otra muchacha, pero sin duda debía ser una de esas burguesas, o "nuevas ricas", como las llamaba despectivamente mi tía. Decidí acercarme a ellas y presentarme, como buen caballero inglés.
- Muy buenas tardes, señoritas. Lamento interrumpirlas, pero creía haber oído que una de ustedes vivía cerca del señor Holmes, un respetado compañero de profesión. Por favor, permítanme presentarme. Soy lord Michael Lestat Mason - dije, inclinándome ligeramente. De seguro habrían oído mi nombre, o al menos mi apellido, con anterioridad, ya que mi padre era el fundador del hospital Mason y mi familia era una de las más acaudaladas del país.

Me giré al oir una voz conocida... Era Mason Lestat.
- Hola Lestat hacía mucho tiempo que no nos veíamos que estabas ¿intentando resolver algún caso para divertirte? ¿o ibas a conocer muchachas para tu matrimonio?-dije riendo.
Me encantaba hacerle rabiar un poco burlándome de él, era mucho tiempo en el cual no nos veíamos.

- Vaya, señorita Blackwood, no la había reconocido. Ha crecido usted mucho, ya es casi toda una mujer.
Bella era una compañera del oficio, también detective. Pese a mi falta de sociabilidad, sentía simpatía por ella, algo que a muchos enmi familia no les agradaría saber. Una chica burguesa y encima detective. Sonreí irónicamente ante su comentario.
- Ya sabe que aún no tengo intención de casarme con nadie, Bella. Y me escapo cuando puedo de esas odiosas reuniones que mi padre y mi tía me organizan para conocer a mujercitas cuya única preocupación es el estado de su manicura. Pero en algo ha acertado. Tengo en estos momentos un importante caso que espero solucionar con éxito pronto.

-¿De veras? ¿puede saberse cual es? yo ando con dos casos ahora mismo y la verdad me divierto mucho con ellos...-dije sonriéndole mientras me colocaba un mechón de pleo tras la oreja.
Siempre era bueno encontrase a camaradas del oficio. Le presenté a Anna a la cual acababa de conocer.
-Bueno Michael tu tampoco eres ya un niño que juega con soldaditos de plomo ¿no? era hora de dejar que la naturaleza siga su curso.-finalicé con una sonrisa.

Reí sarcásticamente al oír a Bella. Era evidente que habíamos pasado mucho tiempo sin vernos y no sabía que yo seguía siendo el mismo de siempre.
- No te ofendas, querida, pero el matrimonio no me parece una prioridad ni una necesidad. He conocido a muchas mujeres, y ninguna me ha resultado lo suficientemente interesante como para permanecer a su lado más de una noche. Mi vida está muy bien como está, y así quiero que siga. En cuanto a lo de mi caso... - miré a Anna Adams con interés para evaluar su reacción - Llevo tiempo perseguiendo a una famosa ladrona. Ya se me escapó una vez - admití con cierta amargura - Pero ahora sé quién es y sé dónde está, y sólo necesito el más mínimo fallo, un sólo error, para poder atraparla.

-Mira que casual... yo también ando investigando a una ladrona... de cabellos rojizos... puede que sea la misma María Adler...-le susurré.
-Dame información y yo te ayudaré con tu caso querido Michael... es muy buena actriz pero ladrona no su prima le superaba claramente.-dije riendo.

En mitad de mi conversación con la joven Blackwood, apareció un hombre alto y delgado. Dijo que se llamaba lord Michael Lestat Mason, lo que yo relacioné enseguida con el hospital donde trabajo. En efecto, el hospital pertenecía a su familia. Al parecer conocía a Bella muy bien, ya que empezaron a soltarse pequeñas puyas mutuamente. A mi me pareció divertido ver como dos compañeros de oficio luchaban verbalmente para ver quien era el más ingenioso. Entonces Michael mencionó a una chica, una ladrona. Sabía perfectamente que se refería a mi compañera de piso, María Adler, pero no podía delatarla.

- Una pelirroja? Pero a esas no las quemaban por brujas? - Bromee, intentando aliviar un poco la tensión que se generó delante mía. - Ahora en serio, no conozco a nadie con esas características que dices... no al menos en lo de robar. María Adler, mi compañera de piso, es una simple actriz, lo único que busca es fama y dinero, pero no la veo robando... por qué sospechais de ella?

Sonreí hasta las respuestas de ambas jóvenes. Estaba claro que Anna sabía quién era realmente María e intentaba encubrirla. Pero no me esperaba que Bella fuera tan ingenua. Supuse que sería cosa de su juventud.
- La ladrona de la que hablo tiene una destreza y un talento igual o superior a los de Irene Adler. Si no fuera así, la habría atrapado hace mucho tiempo. ¿O dudas de mis capacidades, Bella? Aunque sería interesante ver esas pruebas de las que me hablas - me volví hacia la enfermera - En cuanto a usted, señorita Adams, deberá responderme a unas preguntas si desea seguir conservando su puesto como enfermera en el hospital de mi familia. Como ve, dispongo de más información de la que usted imagina - una sonrisa algo malévola cruzó mi rostro.

-Querido Michael te parece poco un pelo de ella? sé que es la ladrona, y me refiero que es muy descidada como para perder un pelo asi como asi, pero no eres mujer asi que no tenias porque saberlo en este caso el ingenuo puedes ser tú...-dije riendo.
-Sí Anna, tenemos unas preguntas que hacerte.

Michael se dirigió directamente a mi... me estaba chantajeando?. No, no puede ser... tan mala era María como para que me tuviesen que interrogar? Intenté mantener la seriedad de mi rostro en todo momento.

- Ehm, claro, como no... preguntad lo que consideréis preciso...
Espero que estas preguntas no pongan en compromiso mi relación con María; ella en el fondo es buena persona, no entiendo como puede ser una fugitiva de la justicia sólo por hurtar bienes materiales...

Sentía que por fin estaba cerca de mi objetivo. Por fin la frustración por haber perdido la oportunidad de atrapar a María Adler en su momento iba a verse recompensada...
- Tengo dos preguntas, una para cada una de vosotras. La primera, Bella, es que necesito que me digas cómo conseguiste esos cabellos. La segunda, señorita Adams, es que quiero que me describa la clase de relación que mantiene con la señorita Adler, y si ha observado algún comportamiento extraño en ella. A cambio, yo le diré a mi padre que es usted la mejor enfermera de nuestro prestigioso hospital, y le haré una pequeña confesión: le contaré por qué persigo a María Adler.

Decisiones, decisiones. Podría decir toda la verdad, o simplemente, maquillarla un poco. No es mentir; yo no miento. Sería simplemente... obviar algunas partes de la realidad.

Sonreí de la forma habitual en la que lo hago, para no levantar sospechas de que oculto información. Acaso pensaban que María era la única actriz del 222B de Baker Street? Las artes escénicas nunca han sido lo mio, no me malinterpreteis, pero tengo una personalidad algo... camaleónica, por así decirlo; veremos si he aprendido algo de mi astuta amiga.

- Veamos... Mmm...- Me toqué ligeramente la cara, como pensando en todo lo que sabía de María. No debería demorarme mucho, si no empezaría a sospechar. - Me presenté esta mañana en nuestro piso, me abrió, nos saludamos; nada extraño en eso. Subimos arriba, todo estaba patas arriba; algo normal en personas de su profesión. Preparé té, pero a ella no le gustaba demasiado, aún así bebió por cortesía. Hablamos sobre nuestros trabajos, los turnos de limpieza doméstica y asuntos similares... luego se me echó el tiempo encima y tuve que salir de casa; tenía que dirigirme al hospital para prepararme en mi nueva rutina de empleo. Salí hará una hora y me dirigí a este parque a relajarme. Encuentra algo raro en eso, señor?- Sonreí de forma dulce, para simular una absoluta inocencia. Si era tan buen detective como parecía, posiblemente no podría convencerle tan fácilmente... pero quién sabe? quizá tengo suerte...

- No encuentro raro lo que me dice, señorita Adams, sino lo que no me dice. Tal vez haya pasado mucho tiempo con la señorita Adler, pero si ella no guarda misterios para mí, mucho menos los guarda usted. He estudiado durante mucho tiempo a María Adler. ¿Sabía que en París se hacía llamar Mata Hari? La conocí en un club nocturno de dudosa reputación, el Moulin Rouge. ¿Le suena? Esto fue hace un año, y ya por aquel entonces, María Adler era una ladrona de fama internacional. En París en concreto, sustrajo una pertenecia que me es muy preciada. Me gustaría que le dijera de mi parte que la deseo de vuelta - normalmente yo era frío y calculador, pero, en aquel momento, me estaba dejando llevar por la rabia sin saber bien por qué. El encuentro con María Adler en el bar Rouge me había afectado negativamente - Se me escapó en París, no hará lo mismo en Londres. La voy a estar vigilando muy de cerca - entrecerré los ojos, recordando su aroma, y eso me hizo sentir más rabia... maldita cría - Usted es una dama inglesa respetable, señorita Adams. No entiendo por qué se empeña tanto en proteger a una niña extranjera de dudosa reputación que cree que el mundo es suyo y que puede apropiarse de todo lo que se le antoje. Queda advertida.

-Bueno Michael, en uno de sus robos pedí a un amigo que investigara... y me dio estos cabellos como muestra los cuales no pienso dartelos...-dije riendo.
-Michael ¿cuál es tu relación con la sospechosa? de que la conoces exactamente? por qué la persigues tan furtivamente, pareces un león hambriento me ocultas información...

Fulminé a Bella con la mirada. ¿Cómo se atrevía a negarse a darme las pruebas? ¿Y cómo se atrevía a hacerme esas preguntas?
- El caso es mío, Bella. Lo lleva siendo desde hace un año. No te metas en la investigación, ni metas a ningún amigo. Lo único que harás será asustarla y que vuelva a escaparse a otro país en el cual ni tú ni yo podamos detenerla. Abandona la investigación, muñeca. María es mía - dije, con voz posesiva.
No soportaba que nadie intentara quitarme ningún caso de las manos, y no iba a permitir que Bella se llevará la gloria de lo que yo había trabajado en un año. Miré el cabello rojo que se mecía suavemente en la mano de Bella, y volví a sentir esa sensación de que algo me quemaba por dentro. Podía oler su perfume a esa distancia.
- Ella robó algo muy preciado para mí. Quiero recuperarlo - susurré.