Un inesperado reencuentro (Para James Moriarty)

Por fin había llegado a mi destino. Tal y como mis socios irlandeses me habían dicho, allí vivía un hombre poderoso al que podrían interesarle mis servicios, y a mí los suyos. Menudo palacio tenía. Desde luego, algunos tenían mucha suerte en la vida.
Caminé hacia la puerta con aire decidido y algo chulo, dispuesto a demostrar que yo no era un ratero cualquiera. No me importaba obedecer órdenes siempre que éstas me beneficiaran, pero quería dejar bien claro que no iba a ser el perrito faldero de nadie. Hacía bien mi trabajo, pero lo hacía a mi manera, y si alguien se interponía en mi camino, no vería un nuevo amanecer. A fin de cuentas, yo ya no tenía nada más que perder...
Llamé a la puerta y esperé a que alguien me abriera.

¡Esa maldita ramera! Hacían dos días desde que le había mandado la carta a Elizabeth James y la muy puta quería otro regalo. Estaba arto. Cuántas cosas tenía que darle para tener algo de ella. Si no fuera porque la puta era útil hace mucho la abría mandado a linchar. Deberé comprarle algo supongo. Ya sé, le voy a comprar mañana algún perfume, de esa manera estará obligada a venir.

De repente el timbre sonó.

-¿Acaso nadie va a abrir?- Grité enojado, la idiota de la ama de llaves debía estar jugando cartas con el cochero y la mucama, siempre lo hacía, pero odiaba el que por ello no cumpliera con su trabajo, su único maldito trabajo.-No puede ser que tenga que abrir la puerta de mi propia casa, que indignante, indecoroso, ¡mas les vale que estén apostando una buena suma!

Muy a pesar mío fui a abrir la puerta. Frente mío había un hombre, era menor que yo, estaba seguro, pero no le había visto antes, estaba seguro.

-Hola, bienvenido, pase, pase, no se quede en la puerta. Dije con el mejor tono que puede poner, el sarcasmo era mi fuerte y aparentar complacencia también, así que, si aquel hombre era un policía o un detective, debía sentirse bien en mi casa. No valla a ser que tengo un enemigo detective solo por idiotez.

Miré de arriba a abajo al hombre que me había abierto la puerta. ¿Este era aquel al que debía presentarme? Parecía muy distinguido para tratarse de un criminal.
Acepté su invitación y pasé adentro. Silbé con admiración. Menuda casa tenía. Teniendo en cuenta tanto lujo y elegancia, esperaba que pagara bien a sus subordinados.
Me apoyé en una columna con aire despreocupado.
- Unos amigos me han dicho que, si deseo unirme a su pandilla y hacer ciertos trabajillos en Londres, tenía que contactar con usted - le dije, intentando disimular mi acento sureño. Tenía entendido que a los ingleses de alto estado social no les hacían gracia los norteamericanos.

Así que uno de esos ladronzuelos que cree que contrato a cualquier inútil bueno para nada.
-Sigue me- Dije caminado por el pasillo de mi casa -vamos a mi oficina, no quiero que las paredes oigan cosas innecesarias, me entiendes ¿no?

Antes de dejarle siquiera pensar en responderme prefería dejarle las cosas en claro.
-Sabes qué tipo de trabajo requiero que hagan mis subordinados en Lughnasadh, ¿verdad?, porque no necesito a cualquier inútil, dejemos claro desde el principio que yo me lavo las manos de cualquier porquería en la que estés metido o vallas a estarlo. Con estas simples palabras muchos se daban media vuelta y se iban, algunos creían que mi paga era por nada y otros que sería su alma protectora, o algo por el estilo, manada de estúpidos esos.

Seguí a aquel ricachón hasta su oficina, caminando de forma arrogante y decidida para demostrarle que no le tenía miedo. Aunque estuviera dispuesto a obedecer sus órdenes, eso no significaba que fuera a ser su esclavo, y que yo no fuera a poner ciertas condiciones.
- Sé a lo que se dedica, y no es nada que yo no haya hecho antes. No se deje llevar por mi apariencia de paleto sureño, sé parecer un caballero y soy muy bueno en lo que hago. No tengo conciencia ni escrúpulos, y siempre he pensado que el fin justifica los medios. Creo que soy el hombre que está buscando. Pero, si usted pone sus condiciones, y yo las acepto, yo también tengo algo que decir. No soy un hombre avaricioso, quiero tener una buena posición para poder ir adonde quiera y hacer lo que se me antoje, pero no aspiro a dominar el mundo ni nada parecido. Sólo quiero divertirme jodiendo a los poderosos, ya sea robando algo o matando a alguien - dije, sintiendo de nuevo las ganas de venganza. Me acerqué hasta aquel hombre hasta estar cara a cara con él, mirándole fijamente a los ojos - Obedeceré sus órdenes, pero no voy a permitir que me trate como a basura porque no he tenido tanta suerte en la vida como usted. Soy un tipo listo y no voy a permitir que nadie me deje tirado ni me la juegue. Si usted me respeta, yo le respetaré a usted, ¿estamos de acuerdo? Dicho esto... ¿cómo debo de dirigirme a usted, señor? - le pregunté. Aún no sabía su nombre.

Arrogante, sí esa es la palabra exacta que describe a éste tipo, no niego que me agrada este tipo de personas, me encantan. Me encanta eliminar asta su último aliento y vean lo insignificante y estúpidos que son en realidad.
-Es cierto que tengo una buena vida, pero nadie gana cosas gratis. Yo me he ganado mi lugar y pronto ganaré uno mejor, escalaré y escalaré, y no me importa a quién debo eliminar en el camino. En cuanto al respeto, el mío se gana y es con trabajo, no me importa para qué tipo de basura ayas trabajado pero, me niego aceptar que un simple peón me venga a dar charlas de modales y cree me cuando digo que no contrato idiotas. Veamos para qué sirves e iremos viendo lo de las ganancias,- Dije, odiaba cuando se pasaban de listos, debía dejar muy en claro quién era el jefe aquí. en cuanto al nombre, prefiero que me digas Señor Moriarty. ¿Y tú, cómo te llamo? Dije con aire de indiferencia. Era extraño que aquel hombre no supiese mi nombre, al menos de parte de quienes le dieron mi dirección, debía hacer averiguaciones, si alguien estaba dando mi nombre a cualquiera, debía ser eliminado, antes de que arruinara mis planes.

Probablemente, en otra ocasión, hubiera respondido con chulería a sus palabras, pero cuando dijo su apellido, me quedé mudo por primera vez en mi vida. ¿Era aquello una broma de mal gusto? La rabia empezó a acumularse dentro de mí.
- ¿De dónde se ha sacado ese apellido? ¿Dónde lo ha oído? ¡Sé que no es su apellido de verdad, no puede serlo! - exclamé.
Comencé a estudiar cada rasgo de su rostro, buscando algo familiar. Habían pasado demasiados años y era difícil poder identificar algo... pero los ojos... sus ojos parecían ser del mismo color. No, no podía ser verdad, me negaba a creerlo.

-Tal vez no me conozcas, pero odio que mis subordinados crean que les miento. Si realmente quieres trabajar conmigo, debes tomar lo que digo como si fuera 100% cierto, sin importar qué sea. En cuanto a mi nombre, es James Moriarty, para ti, es señor Moriarty, ¿algún problema con eso? Dije muy enojado.

Qué se había creído este hombre, la única cosa por la que digo la verdad es mi nombre, del cual estoy muy orgulloso y este estúpido cree que inventé mi apellido, más le vale disculparse y demostrarse muy arrepentido sino, será mi primera víctima en años.