Amor por el teatro (María y Geneva)

Salí del pequeño camerino todavía sin cambiarme, algo frustrada. ¿Qué pasaba, que aquí nadie se tomaba las cosas en serio? ¿O quizás yo me las tomaba demasiado en serio? Había pocos actores y actrices que realmente sintieran amor por el teatro, simplemente trabajaban para ganar dinero. Yo no. Si quería dinero y no me llegaba con el que ganaba en el teatro (y esto pasaba en la mayoría de los casos) lo robaba, pero no me limitaba a subir al escenario y decir un par de frases como quien lee la columna de sucesos en el periódico. Yo sentía pasión por el teatro, y hasta que había llegado a Londres no me había dado cuenta de ello.
Soñaba con ser una gran actriz, la más famosa del país, y llegar a alcanzar algún día la fama y éxito de mi querida prima Irene. Entonces ya no tendría que robar más... aunque quizás lo haría alguna vez que otra, aunque sólo fuera por pasatiempo. Era excitante saltarse las normas impuestas por la sociedad y provocar algún escándalo que otro.
Sonreí pícaramente mientras pensaba en ello. Me parecía bastante a Irene, aunque estaba claro que ella tenía más clase que yo y sabía disimular mejor.
Miré por la ventana y vi que seguía lloviendo. Esa era una de las pocas cosas que no me gustaban de Londres: su clima, acostumbrada como estaba al buen tiempo en España, pero qué se le iba a hacer...

Me había acercado al teatro para ver la función, no es que estuviera para tirar el dinero por la ventana pero me había llamado la obra que representaban y como tenía más tiempo libre del que hubiera imaginado hacía unos meses, había aprovechado. Vestida pulcramente de oscuro, uno podía identificarme rápidamente con una institutriz. Llevaba el sombrero en una mano y dentro los guantes, el pelo recogido en un moño bajo no demasiado tirante, provocaba que varios mechones se hubieran escapado enmarcando de rojo mi rostro.

Me encontraba en uno de los pasillos laberínticos del teatro cuando vi a una mujer, la misma que hacía unos minutos estaban en escena, mirando por la ventana. Con paso lento me acerqué pero haciendo el suficiente ruido como para no asustarla.

—La lluvia provoca melancolía ¿no cree?

Quizá no fuera la mejor forma de iniciar una conversación y no sabía demasiado bien por qué me había lanzado a hablar con ella pero… ya estaba hecho.

Me volví hacia mi izquierda para mirar a la mujer que me había hablado. Era poco mayor que yo, con los cabellos tan rojos y rizados como los míos, pero, a diferencia de mí, estaban recogidos de forma discreta. En general, toda ella parecía discreta y sencilla, sus ropas eran elegantes y correctas, pero al mismo tiempo humildes. Parecía una mujer agradable, su aire tranquilo y pulcro me transmitió confianza.
- Sí, tiene razón. De donde yo vengo no llueve mucho, no estoy acostumbrada a la lluvia. No me gusta demasiado, pero la verdad es que ayuda a pensar. Disculpe, no me he presentado - dije, acercándome a ella - Me llamo María Adler. ¿Ha visto la función? ¿Le ha gustado?

Sonreí agradecida por sus palabras, estaba claro que era una muchacha agradable. Era joven, además de exuberante. Cuando se volvió pude ver su rostro, era una de las actrices como había pensado. Cuando habló noté un acento extranjero, que no supe identificar y sus siguientes palabras me hicieron pensar que era del sur, seguramente del Mediterráneo. Me detuve a unos pasos de ella con una suave sonrisa en los labios.

—Geneva Joyce, es un placer María —contesté con suavidad, mirando por un momento por la ventana de la que ella se había separado. —¿De dónde es? Y sí, he visto la función, no la había visto antes y me ha gustado. Ha hecho un gran papel.

Aunque no era crítica de teatro ni mucho menos, sabía lo que me gustaba y el papel de la mujer había sido brillante, había sobresalido. Estaba segura de que tendría buena acogida en Londres. En el escenario se había desenvuelto como si fuera toda una profesional, como si hubiera nacido encima de las tablas.

- Soy española, Geneva. ¿Puedo tutearte? No estoy acostumbrada a tratar de usted a personas casi de mi misma edad. La verdad es que apenas llevo una semana en Londres. Espero hablar bien el inglés, ¿me entiende bien? - sonreí ante sus halagos, era evidente que era una muchacha muy bien educada - La verdad es que ha sido mi primera obra en Londres y creo que aún me queda mucho por aprender. Mi sueño es llegar a ser una gran actriz, y a veces me siento frustrada cuando veo que no todos mis compañeros le ponen el mismo interés que yo. La mayoría sólo se mete en este mundo por dinero. Dime, ¿en qué trabajas? ¿Eres maestra o institutriz, no es cierto?

Hablaba mucho y muy rápido, sonreí mientras la escuchaba dejándola hablar. Era bueno que lo hiciera, yo era mucho más tímida y estaba claro que su vida resultaba más ajetreada e interesante. Jugueteé con los guantes que estaban en el interior del sombrero mientras la miraba hablar, mordiéndome brevemente el labio inferior. Por un momento estuve a punto de cortarla, cuando dijo de tutearme, pero era tan alegre y con tanta energía que no me importó tampoco demasiado.

—Española, nunca he estado allí ¿de qué parte es… eres? —pregunté con rapidez, dándome cuenta de que había estado a punto de tratarla de usted. Sonreí con timidez y asentí brevemente. —Soy institutriz, aunque ahora mismo me encuentro sin trabajo, aunque espero recibir noticias pronto de unas clases de pintura —estaba claro que mi vida era mil veces más aburrida que la suya, tomé aire por un momento y la miré. —Estoy segura de que lo lograrás, te has comido el escenario, aunque bueno… yo no entiendo mucho de teatro, creo que no soy muy buena crítica.

- Lo adiviné por tu forma de hablar y de vestir. No es por nada malo, es que me encantan las novelas de misterio y me gusta averiguar cosas. Y no te preocupes por tu empleo, estoy segura de que encontrarás uno muy pronto, pareces muy buena en tu profesión - le dije, sonriéndola.
Ella era algo tímida y yo me sentía un poco avergonzada de haberle dicho tantas cosas sobre mí que quizás ni la importaban, pero yo siempre he sido muy sincera con la gente y no podía evitarlo, aunque eso era algo que Irene me reprochaba constantemente.
- Soy de Madrid, de la capital. Al menos allí fue donde nací, aunque he viajado mucho. Perdona si te estoy aburriendo con mis cosas, aún no conozco a mucha gente en Londres y bueno... creo que necesitaba desahogarme un poco. Aún me siento algo perdida, aquí la gente es tan... fría. Sin ofender - me apresuré a añadir - La verdad es que has sido muy amable conmigo, y te agradezco tus palabras. No hay que ser un experto en crítica teatral para apreciar o despreciar una obra, una obra no debe ser analizada fríamente como si fuera un ensayo, una buena obra debe de ser capaz de hacerte sentir alegría, amor, odio, tristeza, pasión... - comprendí que volvía a dejarme llevar por el entusiasmo al hablar del teatro, así que decidí cambiar de tema, a fin de cuentas yo no era ninguna egocéntrica y me apetecía saber más cosas de Geneva, aunque no sabía si ella querría decírmelas o pensaría que soy una maleducada y una descarada, como solían pensar los demás - Pero háblame de ti, ¿qué tipo de clases das? ¿y a qué tipo de gente? No debes sentir vergüenza conmigo, a mí tu vida sí que me parece interesante.

La mujer que tenía delante era como una brisa cálida que traía cambios, no sabía bien por qué había pensado eso, pero es lo que pensaba. Una sonrisa se mantuvo en mis labios cuando habló y no pude evitar dejar escapar una risa divertida cuando explicó el por qué de sus deducciones. En algún momento iba a tener que cambiar mi ropaje si era tan fácil identificarme, aunque era cierto que esa ropa otorgaba en los demás una confianza y a mí seguridad. Hablaba por los codos, pero para alguien que apenas hablaba resultaba un bálsamo el no tener que estar pensando continuamente qué decir a continuación. Al final, mi atrevimiento, había resultado provechoso.

—Me gustaría conocer Madrid, el museo del Prado es una auténtica maravilla según tengo entendido, también Barcelona y todo el sur, del Mediterráneo solo conozco la zona de Venecia de algún viaje que hice acompañando a mi padre o a mi primo —comenté, con una sonrisa, aunque al decir lo último mis ojos se habían oscurecido de pesar. Negué ante su comentario sobre molestarme y busqué la forma de sacarla del malentendido. —Me gusta escuchar, yo no soy muy habladora, por lo que cuando alguien habla puedo asegurarte que para mí es una bendición, siempre estoy segura de que no soy demasiado interesante, es más, soy bastante aburrida —no sabía demasiado bien por qué me estaba abriendo a aquella muchacha, pero a pesar de conocerla de unos minutos, me sentía bien a su lado. —Me gusta mi trabajo, doy clase a niños sobre todo, los adolescentes son bastante más problemáticos. Les enseño a leer, a escribir, matemáticas, ciencias naturales, historia… y bueno, también tengo conocimientos de música, buenos modales, arte y literatura… y he dado clase también de idiomas.

Sonreí con cierta timidez, parecía que me estuviera vendiendo. No era muy dada a todo aquello, era modesta y humilde, dos características que resultaban un poco fuera de lugar considerando quién era mi familia, pero que no podía evitar por mi profesión mi propia personalidad.

- A mí no me pareces aburrida en absoluto - la respondí con sinceridad - Yo nunca tuve la suerte de recibir una buena educación en el orfanato en el que me crié. Creo que sólo sé de arte e idiomas, y un poco de historia. Toda la cultura que pueda tener ha sido gracias a mis viajes. En cuanto a España... no está mal, y tenemos cosas muy bonitas, aunque es un país bastante atrasado en comparación con otros, inluido Inglaterra. Lo que más echo de menos es la comida - reí - Pero Venecia... es preciosa, al igual que París. Debería visitar París algún día, es el centro del arte bohemio, los teatros... estuve dos años trabajando en el Moulin Rouge como actriz y cantante, pero lo cerraron por su mala reputación - ahora que había cogido más confianza, hablaba más lentamente, mirando a la cara de Geneva, aunque toqueteándome un rizo del pelo. Siempre lo hacía cada vez que hablaba con alguien desconocido, no podía evitarlo - Es una lástima que no des clase a gente más mayor. Si yo te hubiera tenido de profesora en el orfanato, estoy segura de que ahora sería mucho más educada y correcta.

Orfanato, por Dios, debía haber tenido una vida espantosa. No había vivido directamente aquella parte de la sociedad, en cierta forma se podía decir que había tenido una vida en algodones hasta que mis padres se habían ido, pero era lo suficientemente consciente como para saber que no todo el mundo había tenido la misma vida que yo. Esperaba que en mis ojos no se hubiera reflejado mi sentimiento, sabía que la mayor parte de las personas eran orgullosas y esa mujer así me lo parecía. Sonreí con suavidad mientras la miraba a los ojos.

—Gracias, la que ha tenido una vida interesante y llena de aventuras está claro que has sido tú. Me temo que la mayor parte de la vida que conozco lo he hecho a través de los libros —comenté mientras que hacía un divertido mohín mirándola a los ojos. —Eso he escuchado, que la comida es maravillosa y bueno… debo reconocer que me gusta comer. Y además no estoy del todo de acuerdo con los brebajes de mi tierra, donde esté un buen café, que se quite todo el té del mundo. —estaba bromeando, yo, que era la persona más seria del universo tal y como George me repetía una y otra vez, desde luego que esa mujer estaba siendo una buena influencia. —Me gustaría conocer París, siempre he querido escuchar a mi alrededor el francés, es un idioma que me parece tan melodioso, tan romántico… —un suspiro se escapó de mis labios, no podía evitarlo, era una romántica sin remedio. —Si quieres, bueno, si te interesa… puedo enseñarte, podemos quedar algún día e ir a ver el British Museum por ejemplo, algo más práctico… bueno, si te gusta la idea, tampoco es una obligación ni nada de eso.

Que a mí me gustara hacer ese tipo de visitas culturales, no significaba que a todo el mundo le gustara lo mismo.

- ¡Me encantaría! - respondí, con una voz demasiado entusiasta que no pude controlar - Creo que nunca he pisado un museo, que yo recuerde... la gente como yo no estamos bien vistos en ellos - nunca me había avergonzado de ser quien soy ni de venir de donde vengo, pero ahora me sentía un poco vulgar, ya que estaba claro que la persona con quien hablaba tenía mucha más educación que yo - Pero, ¿no te causaré problemas si alguien te ve conmigo? Ya sabes, nosotros los del teatro... tal vez te tachen de ser muy liberal o dificulten tu búsqueda de trabajo.. aunque si tú me enseñas algo, yo claro que puedo pagarte - mi sueldo de actriz no daba para mucho, y no sabía cuánto costarían las clases de una institutriz, y menos una tan respetable como ella, pero estaba dispuesta a hacer un esfuerzo por adquirir un poco de cultura... y por hacer una amiga. Por supuesto, también podía robar lo que fuera necesario, ya estaba acostumbrada a ello - Y puedo enseñarte los idiomas que no sepas y contarte todo lo que quieras de otros países. Quizás algún día puedas ir a visitarlos, nunca debes decir nunca a nada, el futuro es imprevisible.

Sonreí como una niña pequeña el día de su cumpleaños cuando ve los regalos al escuchar sus palabras. Parecía ser que por fin encontraba a alguien con la que ir. Es cierto que mis primos me habían acompañado en alguna ocasión, pero… sabía que terminaban aburriéndose. Mi primo es una persona muy muy práctica. Suspiré por un momento al pensar en él y en lo sobreprotector que se había vuelto desde la fiesta de Año Nuevo y miré a María con una nueva sonrisa en los labios.

—Entonces tenemos que mirar qué día te puede venir bien y… —me quedé por un momento mirándola ante su comentario sobre el dinero y negué no solo con la cabeza sino que también lo hice con la mano. —No no, por Dios, no tienes que pagarme nada, si te lo agradezco, no tengo a nadie con quién ir a estos sitios y así me harías compañía —seguramente sonaría bastante triste que le dijera aquello, pero… bueno, no es que fuera la persona más sociable del mundo. —Y me encantaría que me enseñaras y me contaras cosas de los países en los que has estado… espera…

Con cuidado de que no se me cayera nada al suelo, abrí el bolsito que llevaba colgado en la muñeca y sonreí cuando encontré una pequeña cartulina donde tenía apuntado mi nombre y mi dirección por si encontraba a alguna persona interesada en mis servicios, con timidez se la pasé.

- ¡Muchas gracias! Vaya, es una tarjeta preciosa. Yo tendría que hacerme una parecida - dije, mirándola. Vaya, otra vez sonaba como una paleta, pero a Geneva no pareció importarle - A mí me viene bien cualquier día, mis ensayos y funciones son por las noches. Eso me acaba de dar una idea - cogí una pequeña libreta que llevaba en el bolso y garabateé mi firma en una hoja, luego la arranqué y se la entregué - A partir de ahora, cada vez que vengas al teatro, enséñale este papel al portero, te dejará entrar gratis.
Geneva me caía cada vez mejor, y tenía muchas ganas de aprender cosas de ella, pero también me apetecía contagiarla un poco de mi amor por el arte y que dejara un poco de lado su timidez para que confiara en mí. Me juré a mí misma que, si alguna vez robaba a alguien en Londres, desde luego no sería a ella.
- Vivo en el 222B de Baker Street con una amiga, y para mí sería un placer invitarte a tomar... - ¿qué tomaban los ingleses? ¿mucho té, verdad? -... té con nosotras, y así poder conocernos mejor. Seguro que te llevarías bien con Anna, ella también es inglesa y sí que ha recibido una buena educación, creo que es enfermera... Por cierto, ¿estás casada? ¿Tienes hijos? - no sabía si era de buena educación preguntar aquéllo, pero pensé que sería peor no preguntarlo y no invitar a nadie más de su familia excepto a ella, así que me arriesgué.

Era cierto, ella trabajaba más de noche por lo que tendría los días libres y yo en esos momentos tenía todo el tiempo del mundo. Sonreí ligeramente mientras la miraba y escuchaba. No pude evitar un mohín ante la palabra té, pero me armé de paciencia hasta que su último comentario me hizo hacer una ligera mueca.

—El diseño lo hice yo, después lo llevé a una imprenta, te puedo llevar si quieres, no son demasiado caras… es donde mi primo se hizo las suyas y bueno, me pareció una buena idea, ya sé que normalmente una institutriz no tiene pero… bueno, es mejor tener algo así por si acaso y muchas gracias, eres muy amable —me quedé callada, estaba hablando demasiado, respiré hondo y la miré a los ojos mientras caí en la dirección que me había dado. —Oh, eres vecina del señor Holmes, sé dónde es, algún día me pasaré por tu casa, hace bastante que no voy aquel barrio. — respiré hondo un instante, ahora venía el tema más gordo de todos. —No, no estoy casada ni tengo hijos… soy toda una solterona.

Sonreí al decirlo, aunque había cierto dolor. Eso era porque había estado dedicada por completo a mis estudios primero y después a mis trabajos, no es que me arrepintiera de lo que había hecho, pero en esos momentos que estaba sola echaba de menos el compartir mi vida con alguien. Con una ligera sonrisa, doblé la hoja que me había dado tras mirar los trazos de su firma y lo guardé en el bolsito con delicadeza para que no se doblara.

- ¿Una solterona? - me extrañé ante aquel nombre, en España no teníamos ese tipo de calificativos para las personas, quien no se casaba era porque no le daba la gana, y además, ¡apenas tenía unos pocos años más que yo!
- ¡Pero si eres muy joven! Sé que es de mala educación preguntar la edad, pero ¿cuántos debes tener, 23, 24? Tienes todo el tiempo del mundo para encontrar marido, esa no debe ser tu prioridad, sino hacer lo que quieras, alcanzar tus metas, ser feliz - recordé con ironía la última vez que me echaron de un bar en Alemania por decir ese tipo de cosas, pero pensé que este no sería el caso - Si te sirve de consuelo... - pensé muy bien lo que iba a decir. No se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Irene, pero pensé que tal vez le serviría a Geneva de consuelo - Yo tampoco tengo a nadie. Nunca he tenido a nadie - recalqué mis palabras para que entendiera, sin tener que decir nada ordinario, que nunca había estado con ningún hombre ni sentimental ni físicamente.
Mis continuos viajes y robos no me lo habían permitido, y, además, todavía no había conocido a ningún hombre que me hubiera llamado la atención, todos eran o unos degenerados o demasiado estirados para mi gusto.
- Y tengo que fingir en ese sentido para conservar mi trabajo. Nadie quiere una niña "casta y pura" como actriz. Siempre he soñado con formar algún día la familia que yo no tuve, aunque eso es algo que tampoco está bien visto en el mundo del espectáculo - no podía creer que se lo hubiera confesado, pero ya estaba dicho - Aunque bueno, gracias a eso soy una mujer libre e independiente y no tengo que darle explicaciones a nadie.

Me ruboricé sin poder evitarlo ante su comentario, la entendía perfectamente porque en eso íbamos ambas de la mano. En parte por mi educación pero sobre todo porque como ella no había encontrado a nadie, aunque tampoco es que me importara… a fin de cuentas, tenía mi trabajo. Bastante me había recalcado mi prima la necesidad de casarme y tener hijos, de asentarme y dejar los libros de lado.

—Tengo 25 —contesté, con una sonrisa tímida y después, sin poder evitarlo y siendo algo completamente raro en mi estiré mi mano para cogerla de la mano un breve instante y mirarla a los ojos. —No es nada malo ni nada extraño, en ese punto estamos igual, es bueno esperar a una persona que signifique algo. Además, tú tienes tu carrera y yo tengo la mía, no deberían juzgarnos por no tener a un hombre al lado —la sonreí, con suavidad, seguramente no serían esas las palabras que esperaría cualquiera de una institutriz. —Estoy segura de que conseguirás esa familia, María, eres joven, bella e inteligente, los hombres tienen que estar muy ciegos para no quererte y buscar casarse contigo.

Sonreí, dejando un ligero apretón y solté su mano. Me había tomado confianzas que la sociedad inglesa no veía bien, eso de acercarse demasiado a otra persona y mucho menos tocar a un desconocido, pero había sentido la necesidad de confortarla de alguna manera.

Sentí dentro de mí que por fin había congeniado con alguien en Londres. No me esperaba que una inglesa se acercara de esa forma a mí, con los fríos que parecían todos en este país, pero no me había disgustado en absoluto. Sonreí ampliamente ante sus cumplidos.
- Muchas gracias por tus palabras, Geneva, pero tú no me conoces aún. No soy una mujer fácil, tenga el físico que tenga. Noy soy... buena. Soy mala y he hecho cosas malas a lo largo de mi vida. Nadie querría quedarse a mi lado demasiado tiempo con la vida que llevo. Ni siquiera sé si tú querrás hacerlo cuando me conozcas mejor - me caía muy bien y quería sincerarme con ella.
No quería que se llevara falsas impresiones conmigo, tal vez yo no era tan... libertina como otras mujeres, pero estaba claro que nunca he sido una santa, ni mucho menos.
- Tú también conseguirás tener una buena familia. Tengo como una especie de premoniciones de vez en cuando, y creo que tengo una contigo. Eres una mujer bella, inteligente y honesta, y eso te abrirá muchas puertas. Serías la mujer y la madre ideal... pero no abandones tu carrera. Recuérdalo siempre: nunca debes dejar de valerte por ti misma, o no serás nadie.

Parecía que no la había molestado, gracias a Dios. Los ingleses teníamos fama de ser muy… fríos y la verdad es que tenían razón, no nos acercábamos tanto como los habitantes de la cuenca del Mediterráneo. George bromeaba diciendo que era cosa del clima y la verdad es que estaba bastante convencida de aquello. Sonreí a la muchacha y negué brevemente.

—Tonterías —declaré con tono serio, sacando esa vena de institutriz que latía en mi interior mientras escuchaba lo que me estaba diciendo. La miré a los ojos y esbocé finalmente una sonrisilla. —No tienes que pensar eso María, además no creo que hayas hecho algo tan malo, eres una persona adorable y ciego estarían los hombres si no se dieran cuenta de ello. Además, lo importante no es lo que has hecho, sino que vayas a hacer a partir de ahora, tienes todo el futuro por delante y puedes redactar tú sola tu camino —dije completamente convencida. Quizá fuera un pensamiento un poco extraño, pero era el pensamiento que me había enseñado mi madre, la que no creía en que todo estuviera escrito ni mucho menos. —Oh querida… ojalá sea así, me encantan los niños y me gustaría formar una familia, pero no es algo que me quite el sueño. Tengo mi trabajo y, si te soy sincera, es lo que me ha sostenido durante mucho tiempo y dudo mucho que eso pueda llegar a cambiar dentro de poco.

Le sonreí con suavidad mirándola, dándola una palmadita en la mano con cariño.

Me gustó lo que dijo. Demostraba que, a pesar de su aparente timidez, tenía carácter y sabía lo que quería. Pensé que nos llevaríamos mejor de lo que había imaginado en un principio. Pero se equivocaba en una cosa: sí, yo podía redactar mi camino, pero no quería cambiarlo.
Tal vez me gustaría ser más rica y tener una familia (a parte de Irene, claro), pero hace tiempo me había dado cuenta de que no sólo cometía robos para subsistir. Me divertían, siempre que no hiciera daño físico a nadie. Yo no era ninguna matona, ni mucho menos asesina. Pero en un mundo tan aburrido y dominado por reglas absurdas, venía muy bien de vez en cuando llevarle la contraria a la sociedad y provocar un poco de escándalo. Era entretenida la adrenalina, la emoción de no ser nunca atrapada... Pero eso era alguien que nadie comprendería. Ni siquiera Irene, y eso a pesar de que ella también se había dedicado a esto.
- Me siento bien contigo, Geneva - le dije con sinceridad - Y me gustaría que nos viésemos más a menudo. Me encantaría visitar el museo contigo, o tomar algo en mi casa o en algún bar un día de estos - en aquel momento supe que había encontrado a una amiga que, aunque no supiese a qué me dedicaba a parte del teatro, no huiría de mí ni me juzgaría, y que escucharía todo lo que yo quisiera decirle, igual que yo la escucharía a ella.

Sonreí, al escuchar sus palabras. Era agradable encontrar a una persona con la que hablar y, además, me gustaba escuchar por lo que era una doble bendición que ella tuviera esa facilidad de palabra. A nuestra alrededor hacía bastante tiempo que la gente había dejado de pasar y en el exterior la lluvia seguía, persistía. Suspiré brevemente y miré a María con una sonrisa.

—¿Quieres que vayamos a tomar un café? Si tienes tiempo aunque bueno… ahora que me fijo estás aún con la ropa del teatro —reí por un momento ante mi despiste, estaba claro que no era una persona que se fijara demasiado en esos asuntos. —Sigue lloviendo, es algo que odio de Londres, cuando se pone a llover puede pasarse días sin parar de hacerlo y el cielo azul apenas se ve… es bastante triste.

No sabía muy bien por qué le había dicho eso, considerando que hablar del clima era una conversación bastante banal aunque le hubiera metido mis propios sentimientos, pero es que la lluvia muchas veces me agostaba como hacía el sol en verano con las plantas, me sentía pesada y triste, sobre todo en aquellos momentos que no tenía nada en lo que ocupar las largas tardes.

Me miré y vi que, efectivamente, tenía razón: aún llevaba la ropa de la función, preciosa, aunque demasiado atrevida y llamativa para pasear por las calles de Londres con ella. Con lo despistada y desordenada que era para las cosas cotidianas y simples, me sorprendía haber conseguido ser actriz... y también haber llevado a cabo tantos delitos sin ser descubierta.
- Me encantaría tomar un café contigo - dije, sonriendo, prefería el café el té, me despejaba y me daba energías - Hay un bar por aquí cerca llamado Rouge, en el West End... - me callé un momento, ni el bar ni el barrio eran apropiados para una señorita decente como Geneva - Pero, como sigue lloviendo, podríamos bajar al piso de abajo, aquí mismo hay un pequeño bar, junto a la entrada del teatro, para trabajadores y espectadores. Voy al camerino a cambiarme y bajamos, ¿te parece bien?

No conocía el bar que me dijo, no era mucho de salir y la verdad es que apenas conocía unos pocos locales a los que había ido acompañada o bien por mi prima o bien por mi primo. No es que tuviera mucha vida social más allá de mi familia y con mi prima en Estados Unidos se había visto reducida hasta límites insospechados, me gustaba más pasear por Londres, especialmente por los parques. Sonreí suavemente y asentí ante sus palabras.

—Me parece una muy buena idea, te espero entonces aquí ¿vale? Así me entretengo mirando por la ventana aunque no es que haya mucho que ver.

La sonreí, podía hablar con libertad cuando estaba con ella aunque hiciera apenas unos minutos que la conocía y eso era todo un logro para una persona como yo que prefería mantener todo bajo control.

Entré en el camerino y me desvestí lo más rápido posible. No quería hacerla esperar, y normalmente yo era de las que tardaba siglos en estar lista, aunque no me arreglara demasiado. Cosas de artista, supongo.
Cambié mi vestido por otro rojo y negro algo más discreto, aunque seguía siendo bastante atrevido y llamativo, pero qué se le iba a hacer, yo era así. Me quité el maquillaje de la cara, aunque conservé la pintura negra de mis ojos y la roja de mis labios, ya que nunca iba a ningún sitio sin ella. Peiné un poco mis desordenados rizos rojos y dudé si ponerme mi collar de perlas japonesas. ¿Se notaría que era robado, que una actriz jamás llevaría algo tan valioso? Y eso que no era una de mis joyas más valiosas, como los diamantes, esmeraldes y rubíes que guardaba en mi joyero, en casa. ¿Sabría una institutriz de joyas?
Desde luego, lo más sensato era evitar riesgos y no ponérselo, pero brillaba tanto y era tan bonito... mi cuello quedaba vulgar y desnudo sin él, así que decidí arriesgarme y salí del camerino con las perlas bailando sobre mi cuello.
- ¿Vamos? - pregunté, y la guié hasta el bar del teatro. Una vez allí, escogimos una mesa y llamé al camarero, al que yo ya conocía.
- Un vasito de ron, por favor - dije, sin caer en la cuenta que tal vez era de mal gusto pedir una bebida alcohólica, pero me encantaba el ron, aunque, desde luego, no era ninguna adicta - ¿Qué vas a tomar tú? - le pregunté a Geneva.

Mientras la esperaba miré por la ventana sonriendo. Era una buena idea estar allí, al final el haber roto con mis normas convencionales de no hablar con desconocidos había provocado la posibilidad de una buena amistad. Sonreí. Me froté por un momento los brazos al sentir un escalofrío mientras la lluvia caía. Hacía humedad suficiente como para que se comenzara a meter en mi cuerpo, necesitaba tomar algo caliente. Cuando llegó la miré y asentí mientras la seguía hasta llegar al pequeño bar que me indicaba, me acomodé enfrente de ella dejando con cuidado el abrigo doblado en una de las sillas libres lo mismo que el sombrero y los guantes mientras ella pedía. Me sorprendió que pidiera ron, pero… era una artista, qué sabía yo sobre esas cosas.

—Un café con leche, por favor —contesté, con una sonrisa mirando al camarero hasta que se alejó y entonces me fijé en ella. Estaba preciosa, tenía buen gusto, yo jamás podría ponerme aquello porque además de que no tenía la figura necesaria, no era tan atrevida. Mis ojos claros se fijaron en el collar de perlas y las miré con curiosidad. —Oh, son preciosas, el collar digo —sonreí mirándola y después me quedé un instante en silencio antes de continuar hablando. —No entiendo mucho de joyas, pero la verdad es que es muy bonito, tienes muy buen gusto.

Sonreí, quitándole en cierta forma importancia. La que entendía de todo aquello era mi prima que era una auténtica fanática de todo lo que fuera hermoso y brillara, por lo que las joyas siempre estaban entre los regalos preferidos. A mi tía le pasaba igual.

Miré fijamente a Geneva. Me di cuenta de que no había sentido miedo ni nervios cuando mencionó mi collar. Todo lo contrario, mi hinché de orgullo y esbozó una sonrisa pícara.
- Es bastante valioso - decidí reconocer - Lo adquirí en Japón... con mucho esfuerzo - y era verdad, tuve que salir huyendo dejando atrás gran parte de mi equipaje para que no me cortaran las manos, como era costumbre en aquel país hacer con los ladrones - No soy una persona muy materialista, pero me fascina todo lo valioso y que brilla. Además, tengo una opinión bastante peculiar con respecto a este tipo de cosas. Cuanto más inalcanzable me resulta algo, más interés tengo en conseguirlo - le guiñé un ojo con descaro, me gustaba la idea de contarle la verdad pero sin desvelar que soy una ladrona, ya que odio mentir - Creo que ha llegado el momento de que me hables más de ti - dije, mientras daba un sorbo largo de ron - Y yo también te contaré todo lo que quieras saber de mí. Te prometo que no te mentiré.