Llegando a mi nuevo hogar - Angela Colonna y libre

Vi con una lagrima como mis padres y hermanos me despedian en la estación de tren, desde ese momento supe que me iba para no volver o por un largo tiempo. Todo se me volvia borros el dia en que mis padres habian decidido mandarme con la tia Angela una señora hermana de mi padre, lo único que sabia de ella es que cantaba ópera y vivia en Londres donde ahora me dirigía en primera clase.
Sequé mis lágrimas tratando de poner todo mi entusiasmo en esa nueva aventura, era mejor mirarlo por el lado positivo o me desmoronaría y de seguro sólo conseguiría un enorme dolor de cabeza.

Dormí casi todo el camino deseosa que el tiempo pasara lo más rapido posible no era solamente mi primera viaje sola sino que era el primero que hacia a un lugar tan lejo como Londres, se me antojaba una ciudad pintoresca, habia averiguado de ella con mi institutriz quien hacia constantes viajes por familia aún así extrañaria mi hogar.

Al llegar los faroles iluminaban la estación, bajé algo desorientada pero un señor ya me esperaba con un cartel con mi apellido, habia supuesto que mi tia me esperaría en la estación, grave error. Di un suspiro caminando al carruaje donde el conductor amablemente me abrió la puerta mientras otro subia mi equipaje, eran a lo menos 3o 4 baules llenos de ropa y cosas necesarias según mi madre para mi estancia.
No tardamos en llegar, mientras conducia pude ver un poco por la ventana, el lugar estaba lugubre, debia de ser por la noche, esperaba que al dia siguiente mi perspectiva del lugar cambiase.
- llegamos señorita - me dijo el conductor con una sonrisa, tomé su mano que me ayudaba a bajar y caminé curiosa hacia la puerta, no fue necesario tocar, apenas me paré en frente de ella la abrieron, supuse que contaba con varios sirvientes. Entré con mi bolsa de mano algo titubeante, el lugar era enorme pero ningún rastro de mi tia.

- buenas noches - saludé a las personas que veia mientras el mayordomo me guiaba a la sala de estar diciendo que anunciaria mi llegada enseguida, me quedé ahí, sentada esperando

“No sabemos que hacer Ángela… Hemos invertido casi todo nuestro dinero en intentar ayudarla pero… no mejora. Los médicos nos han aconsejado que un profundo cambio de aires y ámbitos y una educación completa en otra cultura ayudarían a cambiar sus costumbres, y eso aliviaría el problema a la larga.

Pagaremos su estancia, eso te lo aseguro. No dejes de indicarme en tus cartas mensuales cualquier problema que te pueda causar. Mi esposa y yo te pedimos ayuda…

Con cariño
Tu siempre devoto hermano pequeño, Angelo.”


¿Qué demonios se supone que debía hacer?
Adoraba a Angelo… siempre lo tuve consentido desde que nació. Mi afán de sobreprotección siempre había estado sobre él. Ahora era un padre de familia y… me pedía ayuda.
¡Y que ayuda!

Una hija extrañamente problemática.

Ya me imagino a la estupida esposa de Angelo, esa maldita ahorradora compulsiva, dándole ordenes e indicándole dictatorialmente lo que debía hacer.

“¡Esa hermana tuya nunca nos ha ayudado! Ella solo canta, canta y canta, y nosotros aquí, en Italia, ¡Abandonados! ¡Estoy harta de escuchar su nombre a todas horas, es mas famosa que el maldito rey, dios santo!”

No podía soportar mi éxito. Y eso que Angelo tenía una gran fortuna. Era el contable del banco general de procuradores de Roma. Pero su esposa aún estaba sedienta de dinero, y envidiaba con supremo odio todo lo que yo tenía… fama, éxito… y muchísimo más dinero que ella.

Aún así accedí a su demanda. Mi hermano era un buen hombre, y tener a esa sobrina tan conflictiva tampoco me mataría.

Para cuando llegó, yo ya estaba al final de las escaleras principales. Como siempre, completamente arreglada, con mi eterno moño alto y abanico en la mano.

-¡Cahetel!

Dije, abriendo los brazos histriónicamente, mientras ponía una gran cara de bienvenida. Empecé a bajar las escaleras, mientras con el abanico indicaba al servicio que fuera preparando la cena.

-¡Sobrina! Que feliz encuentro. Eres muchísimo más guapa de lo que te imaginaba querida…

Dios bendito…¡Es igual que su madre! La misma piel, y el mismo pelo rojizo intenso…
Quien lo hubiera dicho... El bellisimo Angelo, moreno y de ojos verdes, tiene como hija a una chica con la melena color zanahoria...

-¿Ha sido muy pesado el viaje, querida? Pareces muy cansada...

Casi di un brinco al escuchar como decia mi nombre una voz mas aguda de la que acostumbraba oir en casa, no pasaron ni dos segundos cuando vi la dueña de aquella voz, una mujer alta cabello oscuro que extrañamente me hacia recordar a mi padre. Después de pensar en ello me di cuenta que la mujer que bajaba por las escaleras era mi tia, aquella de la cual no habia escuchado hablar mucho, unas cuantas veces cuando mi padre me daba las buenas noches, solo por ello sabia que cantaba o sino nos abria absolutamente nada.
Recordé las indicaciones de mi padre antes de embarcarme
" hija, tu tia es una persona de muy buen corazón aunque no lo paresca así que obedécele en todo y disfruta de tu estancia" La recomendación de mi madre habia sido algo diferente
" todo esto por tu bien mi angelito pero si tu tia me molesta o no te gusta el lugar me mandas una carta e inmediatamente te devuelves" a ello tambien habia respondido con una sonrisa.
Ahora aquella mujer perectamente arreglada llegaba a mi lado extendiendo sus brazos como si me conociera de toda la vida, a ella tambien le sonreí acercandome timidamente hacia ella mientras pisaba el ultimo escalón

- tia Angela un gusto conocerla - expresé sinceramente y es que aquella mujer me causaba una gran curiosidad, vivia sola de su propio trabajo y con gran prestigio, las amigas de mi madre se escandalizarian si lo supieran,a lo mejor por eso no se hablaba mucho de ella. A mi me parecia lo contrario, una mujer fuerte y de armas tomar.
Volví a sonreir cuando señaló como era, la verdad es que no me consideraba una niña linda, menos bella sino que del montón, si no fuera por mi cabello identico al de mi madre no llamaria para nada la atención. Esperé que llegara ella al final de las escaleras para recibir ese abraso algo apretado.

- el viaje no estuvo tan mal, la verdad es que dormí casi todo el camino - contesté sin saber que hacer ahora

-Oh, por eso tienes esa carita de dormida.Dije, tocando suavemente con un dedo la nariz de la joven.

-Tu padre me ha hablado tanto de ti por carta… Siempre te nombra con gran orgullo. Incluso dice que tocas el piano y el violín.
Dejaba que mi voz sonara plenamente acogedora. Quería causarle buena impresión, por ahora la cosa iba perfecta, parecía una jovencita modosa y con modales.

-Puedo enseñarte si quieres la casa… ven conmigo. Isabella, Cosima, subid sus cosas arriba por favor.Dije, tomando suavemente su brazo.

-Este es el salón… y aquí está el piano.Puse mi mano sobre el enorme piano de cola que tenía al lado de la ventana, junto a tres sillones y un par de butacas, donde solían reunirse mis amistades cuando la reunión semanal tocaba en mi casa.

Sus gestos eran amenos y tiernos, al parecer si se parecia a mi padre mas de lo que pensaba. Mis ojos se enternecieron al escuchar que él hablaba de mi con orgullo a pesar de todas las dificultades que le habia hecho pasar siempre, yo de verdad no queria muchas veces comportarme como lo hacia ni ponerme tan triste pero era algo que no podia evitar, esperaba que este viaje me hiciera cambiar mi modo de ver la vida y mejorarme por completo

- así es, adoro esos dos instrumentos, por desgracia no pude traer conmigo ninguno de ellos - el piano era imposible moverlo y el violin, mi madre no me habia dejado viajar con él no sabia a ciencia cierta el porque de ello.
Otro gesto que me sorprendió, que me tomara el brazo, no porque no estuviera acostumbrada,mas que mal soliamos pasear con mi madre mi padre o uno de mis hermanos de la misma manera sino porque nos acababamos de conocer y no solia tener gestos tan cercanos a pesar de ser de la misma sangre. Me llevó a recorrer la casa y con lo primero que chocamos fue un hermoso piano, poco me importó lo que le rodeaba, toda mi atencion estaba puesta en ella. Con delicadeza rocé el piano con mis manos sonriendo ampliamente, aquella sonrisa que pocas veces me salia pero que, decian, recordaba a mi padre.

- puedo tocar algo? - pregunté algo temerosa pero con la emoción impregnada en mi rostro y voz

Iba a seguir enseñándole todo, empezando por los tres retratos que tenía colocados sobre la chimenea. Tres enormes cuadros, que representaban a un gordinflón Rossini, a un seductor Donizetti y aun jovencísimo Bellini. Pero de pronto, cuando estoy a la altura de la replica que tengo en el salón del David de Miguel Angel, escucho que me pregunta algo. Me giro, rápidamente.

-Emmm…Claro querida… siéntete totalmente libre de tocar el piano cuando lo desees.

Dije, moviendo el pequeño taburete acolchado para que pudiera sentarse.
Su pregunta me descolocó bastante. Pero habia algo bueno... Sabría al fin si tocaba bien o no el piano...

Sonrei nuevamente feliz que ella me dejara tocar, parecia querer seguir enseñandome la casa pero ya habria tiempo para ello, queria por un momento sentirme en casa y nada mejor para ello que el hermoso instrumento que tenia en frente.
Con cuidado y delicadamente me senté acomodando mi vestido para luego abrir el piano, rocé sus teclas una a una antes de cerrar los ojos y tocar una melodia suave y simple, podria haber tocado algo mas complicado pero mi afan no era darme a conocer como me exigia mi madre a las numerosas reuniones que se efectuaban en mi casa sino que conectarme conmigo misma después del cambio tan abrupto, además debia de ser algo corto para no molestar a mi tia, acababa de llegar no queria proferirle ningún disgusto, estaba segura que pronto aquella paz cambiaria, era mejor aprovecharla mientras durara.



Terminé de tocar suavemente, mucho mas relajada. Adoraba esa simple melodia y me gustaba tocar con todo el corazón. Cerré la tapa con suavidad y me levanté caminando hacia mi tia

- gracias por dejarme tocar, ahora puede mostrarme todo si quiere

-Eso ha sido tan inspirado y perfecto…Tocaba de maravilla… su padre le había dado una educación exquisita, sin duda…

-Que agradables van a ser ahora las tardes contigo al piano…
Sonreí agradable mientras caminaba lánguidamente por la habitación, sin mirar a un punto fijo. Esta chica… Quizás podría colocarla como concertista en el St. James Hall… O al menos, como pianista fija, que amenizase las tardes del club de la sala de conciertos, que solía reunirse en el salón del club del teatro.

-Dime Cahetel… ¿Te interesaría estudiar especialmente algo aquí, en Londres?
Tu padre me informó de que ya estas educada en varias cuestiones, como has demostrado pero… En esta ciudad hay un sinfín de nuevas posibilidades… ¿No te interesa algún tema en concreto, querida?

Me alegró que a mi tia le gustase como tocaba el piano pero, la verdad, apenas me habia dado cuenta de su presencia mientras tocaba.
Me posicioné a su lado luego de darle una ultima mirada al piano, las leodias tocadas aún resonaban en mi cabeza, si, podia acotumbrarme a vivir en este lugar.

- gracias tia me alegro que le gustase - si ella me daba permiso podria tocar todos los dias, crucé los dedos debajo de mi falda rogando que tuviera un violín, era mas tranportable y podria tocar en mir ecámara. Mi padre me habia señalado que todos los meses mandaria una cantidad de dinero por el favor que hacia mi tia al tenerme viviendo en su casa y un tanto para mi por si tenia gastos extras o para darme alguno que otro lujo, si ahorraba podia comprarme un violin ya que mi madre no me lo mandaría jamás,no habia dejado que viajase con él.

Su pregunta me sacó de mis calculos matemáticos, la verdad es que nunca habia pensado en ello, se me habia educado con diferentes tutores e institutrices ya que era eso lo que se debia hacer pero nunca me habian ni siquiera comentado si queria seguir estudiando algo o si un tema me interesaba, mi madre decia que era muy pequeña para pensar en cosas de adultos, me costó responderle ya que no tenia nada que decir

- nunca habia pensado en ello, mi madre dice que las mujeres decentes son dueñas de casa - lo habia dicho sin pensar siquiera pero al instante supe que habia cometido un error, mi tia no era dueña de casa, ella se mantenia a base de su salario. Bajé la cabeza algo avergonzada

- lo siento es lo que mi madre me ha dicho siempre, no se suele hablar en casa de algo que yo quisiera estudiar incluso mi padre dice que no tengo necesidad y soy muy joven...

-Bueno querida… También se puede ser decente sin ser ama de casa…
Dije, observando mis brillantes uñas.

-Sobre todo cuando posees un don que te permite destacar sobre las demás mujeres.
Arquee una ceja y sonreí.

-Muchas mujeres tienen ese don querida… Que las distingue de las deshonrosas prostitutas, y de las amargadas y anodinas amas de casa… Y tú eres una de esas mujeres afortunadas.

Tocas como los ángeles, tienes un gran don… Que tu madre no desee que destaques no significa que tú tengas que desear lo mismo que ella.
Me aparte un poco de ella para seguir hablando mientras seguía moviéndome lentamente por la sala.
Que desagradable era observar la mala educación dada por su estúpida madre. Tan católica como una campesina y tan enjuta como una yegua siciliana. Dios quiera que esta niña escape de las garras de esa mujer aquí en Londres, y se refine.

-Pero… Oh… No hace falta que estudiéis nada si no queréis, dios santo. Ha sido una estupidez deciros eso… Vos podéis hacer lo que queráis… Solo decídmelo, y yo lo haré posible.
Añadí, girandome.

- yo lo se tia - murmuré nuevamente, levanté la vista de a poco, no queria que se enfadase por lo que acababa de decir y al verla supe que no lo estaba, más aun con su feroz respuesta

- disculpe usted pero mi madre no es amargada ni anodina - ya me habia disculpado por lo que acababa de decir, bueno, era lo que me decia mi madre pero no habia para que ofenderla. Recordé las palabras de mi padre y me quedé callada esperando que terminara de hablar. Al momento en que dijo que yo tenia era una mujer afotunada con un don se me tinñeron las mejillas de un rosado suave, solo mi familia, o mas bien, mi padre y mis hermanos habian elogiado mi modo de tocar, que lo dijera ella una cantante de ópera de importancia me hacia sonreir casi imperceptiblemente y es que, si me ponia a pensar, si habian cosas que me gustarian hacer solo que no me habia tomado el tiempo para pensar siquiera en ello

- yo yo - titubié un poco, a pesar de darme todo lo que yo quisiera y ser la hermana e hija consentida era la primera ves que decia en voz alta lo que me gustaria hacer

- me gusta la decoración y la medicina - si,me agobiaba el hecho que fuera la primera ves que decia todo lo que me gustaba en voz alta
- y lo que mas adoro es tocar el piano y el violin junto con leer - esperaba que no le contase a nadie, bajé nuevamente la cabeza

-Por supuesto, no creas que lo decía por tu madre, querida… tu madre es una mujer… fantástica.Sonreí.

-Más bien… lo decía por ese ambiente puritano que tanto abunda en esta ciudad. Hacen falta mujeres fuertes. Y tú podrías ser una de esas mujeres si tomas de forma clara y concisa un camino.Me apoyé suavemente en uno de los sillones.

-Las mujeres son encerradas por los hombres en bellísimas jaulas de encajes, instrumentos, música y moda, para que nada profesional pueda nacer en ellas.
Mujeres como yo, que llegamos a lo más alto gracias a nuestra profesionalidad, somos las que estamos abriendo el camino para las demás. Yo aporto cuantiosas cantidades a motivos benéficos en América, para apoyar el sufragio femenino, que no esta permitido.
Sonrío mientras arqueo una ceja.

-No creo que a tu madre le agrade que yo ni nadie apoye esas causas. Pero la realidad es que… No me gustaría que mi sobrina creciera con esa mentalidad.
Me levanto mientras me aliso el vestido. Ya es algo tarde…

-Menos mal que tú has salido a tu padre. Angelo siempre ha sido un hombre muy liberal…

Dije, sonriendo. Estaba tan orgullosa de mi hermano pequeño…

-Y ahora… ¿Te apetece cenar? Pareces hambrienta, y acaban de traer un bacalao de primera calidad.Dije, cogiendola del brazo de nuevo y dirigiéndome a la cocina.

Una mujer fuerte... las palabras de mi tia pareican sabias y más aún me hacian recordar a los pequeños consejos que me daba mi padre sin que mi madre lo escuchase, siempre decia que llegaría a ser alguien grande si me lo proponía. Me gustaba la forma en la que hablaba con tana elocuencia y mas aún, sentimiento, decia las cosas con tanto sentimiento que instaba a seguirla. La quedé mirando muy interesada en sus palabras
Reí calladamente con esa risita de campana que tanto agradaba
- me imagino la cara de mi madre si supiera que usted me está diciendo estas cosas - ahora entendia un poco mas porque papá habia estado tan de acuerdo en mandarme con mi tia, de hecho él me hubiera mandado apenas el doctor lo recomendó si no hubiera sido por mi madre que me queria a su lado.

- gracias, decir que me paresco a mi padre en algo es muy lindo, todos dicen que soy casi identica a mi madre - no me habia hecho ningún comentario de mis gustos pero tampoco los habia criticado y se lo agradecia inmensamente. Me levanté al mismo tiempo que ella dejando que me tomara el brazo para caminar quizas al comedor para comer, no me habia dado cuenta del tiempo transcurrido desde mi llegada

- me acabo de dar cuenta lo hambrienta que estoy - y esta crucé los dedos para que no me dieran esas lagunas mentales o esos estados animicos tan extraños y que la relación con mi tia siguiera tan bien como habia comenzado

Reí a gusto con sus comentarios.

-Aquí gozaras de algo más de libertad que la que tenías con tu madre querida. Me temo que no tengo una idea tan… dura, de la educación.

Soy una mujer dura, si, pero no en temas como estos. Soy muy liberal, aunque no libertina. Dejar algo de libertad a esta chica no le hará mal, si no todo lo contrario.

-Querida, vas a comer el mejor pescado de la ciudad. Quedarás saciada, te lo aseguro. Más tarde, dormirás tranquilamente en tu cuarto. Y mañana por la mañana te enseñaré el resto de la casa.
Dije, dirigiéndome al salón, para disfrutar la cena, que ya estaba servida.



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